El pasado 12 de Julio, y, por consiguiente, el sábado, día 13 del año 2013, permanecerá en el vivo recuerdo de la familia del motor majorera en general y para la familia de Juan Vicente Guerra en particular ya que ha sido la fatídica fecha de un drama muy difícil de olvidar y superar para todos en mucho tiempo. Y no son palabras huecas, vacías o faltas de compromiso.
Lo que significaba para todos “El caramba” eran palabras mayores en su trato personal, social, deportivo y laboral para los que tuvimos la suerte de conocerlo y disfrutar con sus opiniones, vivencias y múltiples ocurrencias. Muchas veces nos habremos podido preguntar por el significado de la palabra “caramba” y la verdad es que responde a la personalidad del amigo que se fue.
Según el diccionario caramba denota o quiere decir extrañeza o enfado y todos los que le conocimos podemos dar fe de que esta definición era su táctica favorita empleada en todo y para todo. En el deporte del automovilismo con sus sarcásticos comentarios creando frecuentes incertidumbres, dudas y recelos con sus hijos a los que siempre les sometía a un esfuerzo más, a una consideración más, a una duda más, a un no reconocimiento de los méritos contraídos para que no se durmieran en los laureles y siguieran buscando la perfección y el éxito; en la mecánica donde todo lo veía fácil y factible de arreglar cuando a los demás nos parecía una montaña imposible de superar.
Mucho lo van a recordar sus propios compañeros de trabajo en los talleres del Ayto. de La Oliva donde trabajaba ya que Juan Vicente siempre tenía la solución mágica a todos los problemas mecánicos que se plantearan tanto fueran sencillos o los más complejos. Parece que tomaba al pie de la letra las enseñanzas y consejos de su padre, don Vicente, otro artesano del metal, que ofrecía también mil y una soluciones a todo lo se necesitaba recordado aquel refrán de que “hijo de gato, caza ratones”, pasando la herencia y las enseñanzas de don Vicente, a Juan Vicente y al actual Kevin Guerra. Nadie dudaba de que Juan Vicente era un personaje singular y carismático.
Muchos adjetivos podríamos reseñar de los que disfrutaron de su compañía y existencia pero algunos calificativos como cascarrabias, amañado y manitas nadie se los podía discutir pero siempre dentro de un corazón grande, muy grande, de un corazón de oro. Su espíritu alegre, bromista, burletero y lleno de cariñosas ruindades iba paralelo a un espíritu perfeccionista, que buscaba siempre la solución ideal más adecuada; siempre intentando descubrir la incógnita del problema, siempre buscando como conseguir la fórmula que mezclara economía y sencillez para que fuera rentable y eficaz la solución y eso no lo consiguen sino los personajes especiales.
Ahora es fácil poder pensar que nos podemos dejar llevar por la lágrima llorona del recuerdo pero lo que hay que mirar y valorar es el rico legado de vivencias, experiencias y enseñanzas que nos ha dejado. En todas las partes y rincones de Fuerteventura siempre tenía amigos que reconocían su extraordinaria valía en los diferentes campos de la vida que ocupó. En el campo del deporte, su hobbye favorito, fue quizás de los que más experimentó y disfrutó. Hay que destacar su enorme afición a la pesca y su bien recordado merlin de 280 kilos capturado en compañía de su hijo Kevin como mejor muestra de su arte; en la cacería donde siempre demostró su especial intuición, habilidad y buena mano para abatir la mejores piezas y llevarlas a casa como buen recuerdo; en el mundo del motor siendo piloto pionero en el municipio de La Oliva y, concretamente, de la localidad de Villaverde, cuna de un histórico y creciente número de equipos participantes en las pruebas automovilísticas, entre los que se encuentran sus dos hijos hoy en activo, plantando la bandera del comienzo y haciendo frente a las lógicas críticas a un deporte que había aterrizado hacía poco en Fuerteventura sembrando parte de la semilla de lo que es hoy el automovilismo majorero que todos vivimos y disfrutamos.
Especial recuerdo para uno de sus primeros inventos, el artesanal Autobianchi A 112, de corta vida deportiva, y su especial Toyota Starlet con el que demostró sus cualidades de piloto, especialmente en el Circuito de La Oliva con magníficas actuaciones y brillantes resultados deportivos. El motocross, los quads, su anhelo y deseo de poder correr con un Karts Cross que era una de sus ilusiones pendientes y, en fin, todo aquello que era factible de compartir en el entorno familiar, especialmente con su querida Carmen y sus dos entrañables hijos, Kevin y Saúl.
Todos le recordaremos con su timidez habitual, extrema en ocasiones, pasando por todos los lugares sin hacer ruido y en silencio pero, eso sí, con un agudo espíritu observador al que no escapaba ni el más mínimo detalle, buscando las mejores oportunidades y encontrando siempre algún argumento con el que enriquecer sus conocimientos y divertir al personal ya que de todos sabía algo y con sus sabrosos e irónicos comentarios nos hacía sonreír gracias a su amplísima mundología. Su agilidad mental para resolver las situaciones más complicadas, para buscar lo que se necesitaba y encontrarlo en poco tiempo; su permanente espíritu de servicio y su generosidad para colaborar en todo aquello que se necesitara le granjeó grandes simpatías y reconocimientos de todos los que tuvimos la oportunidad de conocerlo y compartir su existencias y ese fue el mejor legado por el que era querido por tanta gente: su sencillez, su humildad, su predisposición positiva y por su saber llegar a todos dentro de una extraordinaria elegancia y prudencia.
Es verdad que se nos ha ido un amigo, un padre y un esposo pero no deja de ser menos elocuente que nos ha dejado el mejor recuerdo y una huella imperecedera de un estilo de vida, de un compromiso personal y de una actitud positiva de dar todo lo mejor teniendo siempre en cuenta a los demás rememorando al filósofo hindú, Rabindranah Tagore, que decía “Dormía y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que la vida era alegría“. Y en eso, Juan Vicente, tú fuiste un ejemplo. Descansa en paz.
Juan Vicente Guerra nació en la localidad de Villaverde el 22 de enero de 1965 y falleció en accidente de moto el 12 de Julio de 2013 contando con 48 años de edad. Fue miembro de la Escudería Maxo Sport como piloto y colaborador habitual de la entidad y padre de los actuales pilotos Kevin y Saúl Guerra Rodríguez.
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